viernes, 21 de octubre de 2011

"La playa de los ahogados", de Domingo Villar

Editorial: Siruela
Año de publicación: 2009

Sinopsis:

Una mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla de una playa gallega. Si no tuviese las manos atadas, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras faenaba. Sin testigos ni rastro de la embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumerge en el ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se deciden a hablar, apuntan en una dirección demasiado insólita. Un asunto brumoso para Caldas, que atraviesa días difíciles: el único hermano de su padre está gravemente enfermo y su colaboración radiofónica en Onda Vigo se está volviendo insoportable. Tampoco facilita las cosas el carácter impulsivo de Rafael Estévez, su ayudante aragonés, que no acaba de adaptarse a la forma de ser del inspector.
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Me gusta cómo escribe Domingo Villar y me gustan sus personajes: el inspector Caldas es un sabueso de los de novela clásica: melancólico, fumador, obsesionado por el trabajo, fracasado en su vida sentimental, por supuesto inteligente y concienzudo; en cuanto a su subordinado, Estevez, aunque me parece que el autor ha exagerado demasiado al pintarlo como un bruto incapaz de comprender, y ni tan siquiera aceptar, la forma de ser de los gallegos, no puedo evitarlo, me cae bien con su visceralidad y su sinceridad absoluta.

"La playa de los ahogados" es una historia de detectives de las de toda la vida, con una trama que va mostrando poco a poco sus entresijos y nos hace avanzar con el investigador cada vez más allá, con diálogos y descripciones que nos hacen sentirnos allí mismo, con los personajes, sin hallazgos ni resultados extraordinarios tipo C.S.I., partiendo de las pistas, de los interrogatorios y de la intuición. A mí es que me gustan este tipo de historias, sin mafias internacionales ni situaciones increíblemente emocionantes pero eso, increíbles.

Los secundarios, que ya conocíamos de "Ojos de agua", son también un lujo: el padre (estoy pensando en copiar su "libro de los idiotas") y Carlos, el tabernero, con los parroquianos a los que llama "los catedráticos". Geniales.

Una buena novela, que entretiene y engancha. Recomendable sobre todo para tardes lluviosas al calor del hogar (es que, ya se sabe, en Galicia están con lluvia casi continua y así estás como más "ambientado").

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